martes, 8 de marzo de 2011

La violencia a los ancianos ya no debe ser tabú

El maltrato a mayores es la forma de violencia doméstica menos detectable y más ocultada por las familias. No sabe con exactitud la incidencia de estas conductas, precisamente por la dificultad de detectar casos concretos, pero se estima que en torno al 3% de las familias presentan este maltrato.

Imagen anciana sola de Nerea Ureña Gómez

Pueden observarse cinco tipos de maltrato a ancianos, según se desprende del estudio más completo realizado hasta ahora, a cargo de Isabel Iborra para el Centro Reina Sofía: físico, psicológico, negligencia, abuso económico y abuso sexual. El abuso económico es el más frecuente y al que apenas se le presta atención. "El agresor utiliza el dinero de la víctima sin su consentimiento, le obliga a modificar el testamento, a cambiar de nombre la vivienda", relata Isabel Iborra, es psicóloga forense y coordinadora científica del Reina Sofía. El agresor, por tanto, sería aquella persona que depende o está interesado en la pensión o herencia del abuelo, normalmente padre o abuelo. En este caso el agredido asume cierta compasión en esta agresión, ya que sabe que si no accede a las peticiones su agresor caerá en cierto desamparo.

La negligencia y el maltrato psicológico siguen en frecuencia al abuso económico. La negligencia muestra diversas caras: desde administrar mal las dosis de los medicamentos (por exceso o por defecto) hasta no proporcionar los cuidados básicos, como alimentación, higiene y vestido apropiados. Por su parte, el maltrato psicológico hace que el anciano se sienta como una carga inútil y pesada al cuidador, rechazado y humillado, privado de un mínimo afecto.

"Los mayores no reconocen el maltrato por tabú y porque no lo ven, porque sus vidas han sido muy duras y están acostumbrados en cierta medida. Otros sienten culpabilidad porque son sus hijos y ellos, piensan, los han educado así. La culpabilidad es grande. El qué habré hecho yo para que me traten así", explica Isabel Iborra. Los agredidos no son los únicos que no lo reconocen como tal: la sociedad no considera maltrato estas actitudes. "El reconocimiento social del maltrato no siempre es exacto, no lo distinguen a veces ni los trabajadores sanitarios o sociales, y sí, es un tabú", coincide María Teresa Bazo, catedrática de Sociología de la Universidad del País Vasco.

La conducta eminentemente doméstica hace que las agresiones no salgan a la luz y por ello no reciben condena pública. "Lo común es el maltrato continuado e indetectable, personas atemorizadas en casa sin contacto social ni comunicación con el exterior. No hay llamadas telefónicas, nadie los ve. Todo ello deriva en una falta de conciencia real, que no se perciben como un problema social y por tanto, tampoco como un problema político", describe María Teresa Bazo.

No podemos seguir callando ante imágenes como éstas. No podemos seguir siendo cómplices del maltrato a nuestros mayores, ni seguir considerándolo un tabú.